Cuanto más tenemos más queremos, cuanto más queremos más deseamos y cuanto más deseamos más codiciamos hasta que lo conseguimos y volvemos a empezar, es el circulo vicioso de la concupiscencia.
Cuando uno solo busca lo imprescindible siempre acaba encontrando a Dios, mas el nos escogió primero.
La ansia es emoción de mal augurio, pues nos impide pensar con sensatez y nos aboca a desear con codicia.
El que todo lo quiere nada encuentra mas solo su propia necedad lo acompaña.
El que anhela los placeres del mundo, de concupiscencia se nutre, el que busca las enseñanzas de Dios de gozo se sustenta.
Tener hambre está en la naturaleza del hombre, mas cuando unos se alimentan de lo imprescindible, otros se fartan de lo innecesario hasta reventar.
Ante las bondades de la concupiscencia mejor las maldades de la abstinencia porque mientras el ayuno limpia la mente perturbada, el empacho la confunde.
Quién más de lo que debe, quiere; más de lo que puede, tiene, y acaba pagando por sus excesos más que por sus bondades.
Nunca dejemos que el estipendio de nuestro apetito nos haga deudor de nuestra propia alma porque ningún placer es suficiente para compensar el precio de nuestro pecado.
La carne pesa más que el espíritu, por ello su exceso nos hunde en la concupiscencia mientras su escasez nos libera de su jugo.
El corazón concupiscente padece obesidad mórbida.
"12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. 13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído
y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte." Santiago 1:12-15
Que Dios os bendiga, Joves, Alfons
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