La vida fluye a ritmo de sol y sombras, contrastes que definen los contornos de nuestra existencia, alegrías y penas que nutren nuestro corazón.
Un rayo de sol anuncia el nacimiento del día, el nacimiento de la vida, el nacimiento de la esperanza que hace que todo ser humano pueda gozar de luz para su alma.
Hay malas sombras, aquellas que se desvanecen en la oscuridad del mal. Guías de perdición, las malas sombras nos hacen huérfanos de amor y perdón.
Un día en el que no reina el sol tampoco advierte sombras, y sin consciencia de ambos nos desorientamos, perdiendo rumbo y equilibrio.
El sol despierta alegrías allá donde las sombras melancolías.
Cuanto más sol tengamos en nuestra vida, mejor veremos sus sombras y podremos combatirlas.
El infierno es vivir apartados de Dios como las sombras nos apartan del sol.
El sol es exaltador de la vida.
Las sombras son encubridoras de la muerte.
Conscientes de nuestras sombras seremos más gozosos del sol radiante de Dios.
“Tus príncipes serán como langostas, y tus grandes como nubes de langostas que se sientan en vallados en día de frío; salido el sol se van, y no se conoce el lugar donde están” Nahúm 3:17
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” Salmo 23:4
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