Las utopías son sueños de la mente de los que no queremos despertarnos por miedo a que se desvanezcan.
El que quiere hacer realidad sus utopías se enfrenta a sus propios límites, alejándolos más allá de lo real.
Las utopías son como el buen vino, deliciosas a pequeñas dosis y embriagadoras en exceso.
Es lícito aborrecer este mundo, mas querer evadirse de él intentando hacer realidad nuestras utopías solo lo hace más cruel.
Las utopías son necesarias para alimentar nuestros valores y la esperanza que depositamos en ellos pero no dan para más.
El que vive de sus quimeras morirá sin conocer la verdad.
Las utopías que te dominan en dystopías se transforman.
El sentido común mata las utopías falaces y cuida las utopías genuinas.
¿Por qué depositamos tantas esperanzas en nuestras utopías cuando la verdad maravillosa de la salvación nos es revelada por la Palabra de Dios?
“sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” 1Pedro 3:15
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