Aceptar es abrir nuestro corazón y cerrar nuestro
orgullo.
Hace falta mucha más humildad para aceptar ser
servido que para servir pero solo el manso ante Dios puede entender tal
cosa.
Las pruebas nos obligan a aceptar lo que nuestra
razón rehúye y solo somos liberados de nuestra carga cuando nos rendimos a
la verdad, no la nuestra, la de Dios.
El perdón siempre empieza por aceptar y acaba dando.
Aceptar el agravio dando amor a cambio.
Si Jesús nos aceptó tal y como somos ¿quién somos
nosotros para rechazar a los demás?
El corazón manso acepta la reprimenda, el rebelde la
combate. Esa es la diferencia entre humildad y orgullo, entre perdón y
pecado, dos mundos que luchan constantemente con argumentos opuestos en lo
más profundo de nuestra condición.
La fe nos permite aceptar sin tener que entender. La
incredulidad nos obliga a entender para poder aceptar. Por eso le cuesta
tanto al hombre aceptar, porque es incapaz de aceptar que no pueda entender.
Aceptar a los demás tal y como son es el primer paso
para perdonar y ser perdonado, para amar y ser amado.
Si quieres aceptarte a ti mismo empieza por aceptar
a los demás y te será más fácil reconciliarte con tu propia rebeldía.
“15 Si me amáis, obedeceríais mis mandamientos. 16 Y
yo pediré al Padre, y os dará otro *Consolador para que os acompañe siempre:
17 el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve
ni lo conoce. Pero vosotros sí lo conocéis, porque vive con vosotros y
estará[c
en vosotros.” Juan 14:15-17
Que Dios os bendiga, Alfons <><
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