LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

domingo, 26 de junio de 2022

CON PROPOSITO

 

Solo las intenciones que alimentamos con amor dan sentido a la finalidad de nuestra vida. Algunos lo llaman propósito, yo le diría obediencia a Dios. (Anónimo)

¿Estamos a la altura de nuestros propósitos? O ¿Son estos tan bajos que se contaminan de la podredumbre de nuestra condición humana?

Estas preguntas que parecen exageradamente ambiciosas son las mismas a las que, día tras otro, intentamos responder cuando nos cuestionamos el sentido de nuestra vida.

Para el hombre el sentido de la vida, habitualmente, se traduce por una vida sin sentido. Y no es un juego de palabras, no, tan solo el mero reflejo de la mundanidad en la que vivimos.

Hay gente determinada, y podemos caer en la trampa de pensar que son gente con propósito, pero cuando nos codeamos con ellos, tiempo al tiempo, solemos descubrir ambiciones, codicias, apetitos desenfrenados, y tantos rasgos más, de la condición humana.

Y uno se pregunta: ¿Por qué es más fácil ser pecaminoso que virtuoso?

¿Más fácil? no le sé, ¿más tentador?, con toda seguridad. Somos todos presa obvia para el pecado. Y solo nuestra arrogancia y nuestro orgullo exacerbado nos impiden ver la debilidad de nuestra condición.

Por ello es tan importante e imprescindible en nuestras vidas, Jesús. Porque Él sí tenía, tiene y tendrá, como propósito, nuestra salvación mediante la redención de nuestros pecados en la cruz.

Para un cristiano, una vida con propósito, es puro pleonasmo, vaya, como subir arriba. Nuestra vida ya es en sí un propósito, el propósito de Dios de agradarse en sus hijos. Y nosotros, debemos en obediencia, en humildad, en sencillez intentar constantemente ser dignos de su Gracia y de su amor hacia nosotros. Eso, es fácil decirlo y muy complicado, por no decir, imposible cumplirlo. Caemos, caemos y recaemos, día tras otro en las trampas del pecado. Trampas que también nos montamos nosotros mismos si hace falta.

Pero Dios nos ama más allá de nuestra condición.

Todo esto en lugar de desanimarnos nos debería alentar a buscar constantemente a Dios, a aprovechar sin desaliento la mano tendida de Jesús, a escuchar con atención la voz del Espíritu Santo en nuestra mente, en nuestro corazón.

El mal, mediante el pecado, es un potente adversario al que sería vano enfrentarnos, pero si confiamos en la Santa Trinidad estamos amparados por tierra, mar y aire.

Una vida con propósito es una vida con Dios, porque Él es el creador de todo, nuestro Padre Celestial.

Una vida con propósito es una vida de la mano de Jesús, porque Él es nuestro salvador mediante su sacrificio en la cruz.

Una vida con propósito es una vida inspirada por el Espíritu Santo, porque solo Él es nuestro apoyo y guía espiritual en este mundo decadente.

 

Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder (2 Tesalonicenses 1:11)
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Efesios 1:11)
(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama) (Romanos 9:11)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 14 de junio de 2022

Y DIOS EN TODO ESTO

 

Mientras los científicos buscan el cómo del por qué, los creyentes buscamos el por qué del cómo. (Anónimo)

Estamos en un mundo que se aboca obstinadamente hacia su autodestrucción, ya sea por las guerras, por el calentamiento global o por nuestro egoísmo centrado en la codicia, la vanidad o la avaricia. Estigmas evidentes de una sociedad en decadencia acelerada.

En el pasado, las guerras, dentro de sus desgracias, tenían un efecto regenerador. Ahora la guerra puede acabar siendo nuclear y generar el fin de este mundo.

¿Y Dios, en todo esto?

Los incrédulos lo culpan, aunque nieguen su esencia, de todos los males y, curiosamente, de inacción a la vez.

Los creyentes oramos, oramos y oramos por este mundo y porque todo este desasosiego se acabe de una vez.

Cuando, en una conversación con allegados, se plantea la idea de Dios, aparentemente cada vez es más difícil justificar un Dios de amor. Y digo aparentemente porque la verdad es que solo un Dios de amor puede perdonar todo lo que estamos haciendo. No somos conscientes de que lo que pedimos y lo que necesitamos, son, a menudo cosas distintas, y que solo se pueden enmarcar en nuestro todo y no en el instante, y eso nos es imposible entenderlo, y menos aceptarlo.

Sin la Gracia no hay salvación porque por nuestros méritos solo somos dignos de condena.

Sin la fe, no hay Dios. Sin la fe tampoco hay salvación, porque Dios se revela en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo, ese mismo que nos ayuda a aceptar lo incomprensible y a amar por encima de todo.

Sin las obras, la fe es muerta, porque solo aquellos que andan en camino de santidad llegaran a la promesa de vida eterna. Y solo podemos caminar si nos apoyamos, nos ayudamos, los unos a los otros en comunión, en acción.

Para los incrédulos Dios es un concepto abstracto que llena el vacío de nuestros miedos.

Para sus hijos, sin Él, este mundo es inaguantable, insufrible, sin esperanza. Y eso sí que es aterrador.

¿Entonces, quiere decir eso que los creyentes somos gente atemorizada que busca desesperadamente aliviar sus inquietudes?

No, en absoluto. Los creyentes tenemos inquietudes y buscamos el porqué del cómo hemos llegado a tal situación, siendo la respuesta invariable: el pecado, la condición humana. Somos temerosos de Dios, porque sabemos que nunca estaremos a la altura de sus esperanzas, que le fallaremos una y otra vez. Pero también sentimos, en nuestro fuero interior, que Él siempre estará a nuestro lado, porque su amor, para con nosotros, es puro y sin fallas.

Mientras tanto los incrédulos se refugian en las ciencias, buscando el cómo, tratando de entenderlo, siendo el por qué para ellos solo una casualidad, y no una causalidad.

La gran paradoja humana de los creyentes es que cuanto menos entienden este mundo más comprenden a Dios. Comprender a Dios es confiar ciegamente en Él, y eso es muy difícil, por no decir imposible, pero lo importante es que lo intentemos constantemente, y que lo busquemos sin cesar.

Joven convertido, me enzarzaba en grandes discusiones con mis amigos ambicionado convencerles de la presencia de Dios. Ahora, cargado de años y de una cierta experiencia humana, soy consciente que el mejor alegato de nuestra fe es nuestro comportamiento cristiano. Sin gran elocuencia, en humildad, siendo testigos fieles agradecidos por su gran amor.

Afirmar que Dios existe es reducir nuestro Creador a un mero ser humano. Algunos científicos todavía se empeñan en demostrarlo. Pero Dios es infinito, por lo que escapa absolutamente a cualquier intento de enmarcarlo, limitarlo a nuestra pobre, corta y finita visión de la creación. Dios es esencia de todo y todos.

Yo no sé responder a la pregunta ¿Y Dios en todo esto? No es de mi incumbencia y menos está a mi alcance, Pero lo que sí puedo afirmar es que, con la ayuda del Espíritu Santo, estoy con Dios en todo esto. ¡Amen!

13 Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo. (Isaías 41:13)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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