LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 29 de junio de 2021

EL SILENCIO DE DIOS

Cuando los silencios brillan por su ausencia, están iluminando nuestras carencias. (Anónimo)


El silencio de Dios no es tal, la sordera del hombre, sí.

A menudo la falta de algo es provocada por el exceso de su contrario, y cuando del silencio se trata, el ruido de fondo de nuestras vidas hace que no nos percatemos de él cuando en realidad nos está interpelando.

Dios siempre nos habla, y más si cabe a través de sus silencios.

Los creyentes estamos constantemente esperando que Dios nos hable, que nos ayude en nuestras pruebas, que conteste a nuestras oraciones. Pero cuando no tenemos respuesta, la que necesitamos no la que queremos, o no la entendemos, o no queremos escucharla. Cuando la angustia nos acecha, a menudo, interpretamos su silencio como una desatención, un abandono. Exigimos una respuesta que nos complazca. Y si no es así, consideramos que Dios no nos responde, y sentimos su silencio como un desamparo.

A un relámpago siempre le sigue unos momentos de silencio antes de que se oiga el estruendo del trueno. El tiempo que dura este silencio nos sirve para determinar la distancia a la que se produce. La utilidad del silencio, en este caso, sirve para medir.

En nuestras vidas los silencios de Dios nos invitan a reflexionar, a escudriñar nuestros corazones, nuestras mentes, a medir nuestra fe en Él.

El silencio no solo es una respuesta, sino también una invitación a buscar aquello que no sabemos encontrar mediante la paciencia, la humildad, la obediencia, la escucha.

El silencio de Dios está lleno de contenido, el de los hombres es un vacío abismal. Por ello cuando intentamos comparar el uno con el otro solo podemos errar.

El amor de Dios tiene mil caras y una de ellas se expresa no diciéndonos nada que podamos oír, para que nos concentremos en querer sentirlo a Él, a su Gracia, a su amor infinito.

Algunas palabras se revisten de silencio para clamar más y mejor su propósito.

En la música los silencios son una parte fundamental de la partitura, realzan las notas, enmarcan las melodías, puntúan los compases. De la misma manera los silencios de Dios son una parte esencial de nuestra vida. Sin ellos, ni podemos, ni sabemos, comprender algunas de sus enseñanzas. Y lo más importante, siempre son un reto a nuestra fe, para que no nos olvidemos de que Dios no tiene que demostrarnos nada, mas nosotros sí, debemos ser lo suficientemente humildes para querer acercarnos a Él, incluso más allá de nuestro raciocinio.

Un ritmo musical sin silencios es como una vida sin Dios, es todo menos un ritmo, una vida.

Ante el silencio de Dios busca sus susurros y sentirás la brisa de su palabra.

La diferencia entre la suerte y la providencia de Dios está a menudo en los silencios de Dios que nos invitan a pensar que no hay nada que Él deje al azar tan solo nos deja nuestro libre albedrío para que decidamos nuestro camino: si hacia Él, si fuera de Él.

Cuando sientas un silencio de Dios busca su “para qué”, nunca busques su “por qué”, eso es potestad divina. El “para qué” siempre nos invita considerar las cosas buscando e interpretando su propósito porque todo lo que Dios hace, incluso sus silencios, son para fin de bien de sus hijos. Amen

Dios es el verbo, intentemos ser el oído.

¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?

1 ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
Con tristezas en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
3 Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;
4 Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.
Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.
5 Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
6 Cantaré a Jehová,

Porque me ha hecho bien. (Salmo 13)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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viernes, 18 de junio de 2021

AYUDAR

Ayudar a los demás tan solo es ayudarse a sí mismo. (Anónimo)


Una mano tendida, ayuda, una mirada negada, desampara. Es tan sencillo como implacable, por mucho que queramos huir de ello, y si bien, a veces tendemos la mano, lo más frecuente es que esquivemos las miradas necesitadas.

El hombre tiene tanta necesidad de ayudar como de ser ayudado, aunque no sea consciente de ello.

Es asombroso ver la capacidad que tiene la sociedad para generar focos de ayuda para los necesitados, la ONGs, las asociaciones cristianas y de otras religiones, etc…Pero nadie se plantea que no serían necesarias si amaramos y ayudáramos, al cotidiano, a nuestros semejantes.

Es como si el tener toda esta estructura de “beneficencia” nos vacunara de nuestro propio egoísmo, nos liberara de nuestra responsabilidad cívica, de nuestro compromiso cristiano.

El cinismo de nuestra sociedad se ve en que, es capaz de generarnos nuestras propias excusas para evitar que seamos conscientes de nuestra falta de amor hacia los demás. Y si le añadimos a ello nuestra condición humana, tenemos el coctel perfecto del pecado.

Sentir la necesidad de ayudar siempre parte del amor que tenemos en nosotros. Es la mejor forma de agradecer las bendiciones que recibimos. Eso sí, siendo conscientes de que nuestra ayuda es un regalo de Dios del cual solo somos meros ejecutores.

Ayudar envanece al necio y hace más humilde al sabio. La ayuda no nos pertenece, es autoría divina para nuestras vidas y la de los demás.

Uno se siente bien cuando ha ayudado a su prójimo y se siente mejor cuando se lo agradece al Señor. Porque el poder ayudar es una bendición tanto para el auxiliado como para el ayudador.

Jesús nos pide amar a los demás como a nosotros mismos, podríamos también decir: ayudar a los demás como a nosotros mismos. El problema es que, cuando de ayuda se trata, tenemos la tendencia a priorizar nuestra necesidad a la de los demás porque eso es lo que nuestra sociedad nos inculca.

Cuando uno tiene una vida equilibrada, y bendecida por el Señor, se siente con la necesidad, por no decir obligación, de devolver un poquito de todas las bondades de las que disfruta, y eso mediante la ayuda a los demás. No siempre pensamos en ello, es más tenemos tendencia a olvidarnos de los demás cuando estamos saciados de nosotros mismos.

Las ayudas tienen múltiples facetas, las más terrenales son financieras, las más espirituales son divinas, pero entre estos dos extremos hay un sinfín de posibilidades, de oportunidades que cruzan nuestro camino.

La mirada puede ser una mano tendida al corazón de aquel que está desamparado. Cuando sobran las palabras, los gestos son una forma preciosa de apoyar y ayudar a nuestros semejantes. Una abrazada, una presencia silenciosa, el amor de una sonrisa compasiva, todos estos gestos son expresiones silenciosas que claman su amor.

Ayudar a los demás no nos da ningún privilegio. Tampoco nos ensalza como personas, porque tan solo obedecemos a Dios nuestro padre, aplicando las enseñanzas y el ejemplo de Jesús.

Los que hacen de este comportamiento una oportunidad de vanagloriarse, no son nada más que fariseos del siglo XXI. Y hay muchos más de lo que uno podría pensar.

La obra del Señor es discreta, no fomenta ruidos intempestivos, no magnifica a sus jornaleros porque solo somos eso, obreros de, y para la Gloria de Dios.

Las grandes gestas no son las que más ayudan, pues suelen envanecer a sus autores. Las pequeñas proezas, esas mismo que no otorgan ninguna notoriedad, mas sí, mansedumbre y obediencia a nuestro Padre, esas sí que son piedra de ayuda para los necesitados y para nosotros mismos.

No nos olvidemos nunca del autor de todo aquello que hacemos en su nombre: Dios. Porque si bien actuamos, solo por su Gracia es.

1 Después de esto, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: 2 «Los maestros de la ley y los fariseos enseñan con la autoridad que viene de Moisés. 3 Por lo tanto, obedézcanlos ustedes y hagan todo lo que les digan; pero no sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra. 4 Atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. 5 Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas tiras, y ponerse ropas con grandes borlas. 6Quieren tener los mejores lugares en las comidas y los asientos de honor en las sinagogas, 7 y desean que la gente los salude con todo respeto en la calle y que los llame maestros. (Mateo 23: 1-7)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 5 de junio de 2021

LA DECISIÓN

No dejes que una decisión temporal se transforme en error permanente. (Anónimo)


La capacidad de decisión es el motor de nuestra experiencia, siempre y cuando seamos conscientes de que, no decidir, también es una decisión.

Nuestras vidas son la suma de nuestros aciertos, de nuestros errores, pero también de nuestra capacidad se sobrepasar la vanidad del éxito, y de aprender de nuestros errores. De hecho, nuestros traspiés son la base de las victorias del futuro de aquellos que aprenden a superarlos y nunca se rinden.

La vida es una maquina de generar oportunidades, ya sea de éxito o de fracasos. Y más que nuestros triunfos, los fiascos, que tapizan la senda de nuestra vida, una vez superados, son los cimientos de una existencia plena.

Un creyente no está exento de las pruebas, es más, hasta puede ser que tenga más que aquel rico que, envanecido en su dinero y su vida de lujo, vive fluidamente su existencia, sin preocuparse de los demás.

A primera vista podría parecer injusto, pero la justicia no es nuestra y como bien sabemos Dios alecciona a quien ama, para bien.

Cada día tomamos infinidad de decisiones, a veces hasta sin percatarnos de ellas y del impacto que pueden conllevar. Solemos ser atrevidos, y si bien, con la edad, esta fogosidad va matizándose hasta desaparecer en la mayoría de nosotros, no deja de ser una parte esencial de nuestro carácter.

Hay los prudentes, para quien la decisión es un acto lo suficientemente importante para que se merezca un tiempo de reflexión. Los atrevidos que actúan y luego piensan, y todos los demás que navegan entre el primero y el segundo, según la situación, su humor, su amor.

Para el cristiano, el contexto se plantea de forma diferente, o así tendría que ser. Porque nosotros, los hijos de Dios, sabemos que nada nos pertenece, ni nuestras propias decisiones. Esto que digo, para el mundo es tabú, no se toca a nuestra libertad. En él los hombres nos hacemos porque, como dijo Descartes, pensamos luego somos. El orgullo de nuestra vanidad ilustrada se resume en esta declaración de intenciones.

Pero los creyentes no abrazamos este credo. Cuando pensamos, buscamos el Espíritu Santo para que nos guíe. Cuando actuamos ponemos en oración (o así debería ser) nuestras decisiones, nuestras actuaciones en manos del Señor porque solo Él puede guiarnos.

El mundo atribuye a la suerte lo que los cristianos otorgamos a la providencia de Dios. Para nosotros la suerte no existe. Es una ofensa a Dios pensar que algo se le pueda escapar.

Debería ser para nosotros una disciplina de vida el pensar en poner en mano de Dios nuestras decisiones. Él siempre responde, aunque nosotros no siempre sepamos, o queramos, ver respuesta. Lo digo yo, que todavía vivo demasiados momentos de exacerbación en los que me olvido de Jesús. Pero también tengo que decir que cuando lo hago bien, y pongo las cosas en mano de nuestro Señor, Él siempre me responde, a veces no lo que yo querría, pero siempre lo que más me conviene. Es un proceso lento y difícil pero tan necesario en mi vida, como el aire que respiro.

Aprender a decidir a través de Dios es aprender a ser cristiano. Es aceptar la humildad que nuestro ego nos impide ver. Es buscar constantemente a Jesús, a Dios en todo lo que hacemos, o dejamos de hacer. En todo lo que nos sucede o deja de suceder. Cada vez mejoro un poquito y me acerco más Dios a través de Jesús. Aprendo a desaprender lo mundano que hay en mí, a olvidarme de mi yo para centrarme en mi creador. Es la transformación esencial de mi vida, estar en Él, descansar en Él, y todo seguirá el curso que debe y no el que pretendo. Amen

La suerte se echa en el regazo; Mas de Jehová es la decisión de ella. (Proverbios 16:33)


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