LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 30 de agosto de 2017

EXTRANJERO

Un extranjero solo lo permanece si está de paso. (Anónimo)



Hoy, el extranjero no es aquel que viene de otro país sino aquel que no reconocemos ser del nuestro. Acogerlo no solo es darle amparo y protegerlo, también es compartir nuestros valores para que los haga suyos. La convivencia se basa en el respeto mutuo y este empieza siempre por conocernos y aceptarnos para después adaptarnos unos a otros.

Antes era fácil determinar su procedencia, ahora solo nos interesa identificar sus creencias tanto políticas, espirituales y/o de raza porque en base a ellas consideraremos si le aceptamos entre nosotros o no.

El inmigrante es un extranjero que ha decidido quedarse en aquel país que lo ha acogido. Para lograrlo se le plantean 2 opciones, integrarse o ser integrado.

La primera es fruto de su decisión y se manifiesta cumpliendo con sus deberes para gozar de sus derechos.

La segunda es la que se han inventado los países modernos y que hacen de los extranjeros unos advenedizos indeseables.

El deber de un extranjero que quiere dejar de serlo es integrarse cumpliendo con sus obligaciones, el de su anfitrión de acogerlo con amor y ayudarlo en ese propósito.

El deber cumplido abre la puerta de los derechos merecidos, nunca lo contrario. Esto es verdad tanto para el extranjero como para su hospedador.

Al extranjero de paso se le trata con hospitalidad, al que quiere quedarse entre nosotros también. Entonces ¿Cuál debe ser la diferencia? La diferencia debe estar en su voluntad de integración tanto como en la nuestra de ayudarlo a conseguirla.

Las causas generan los efectos nunca lo contrario. Si somos capaces de entender y aplicar, todos, este principio, no hay integración abocada al fracaso.

El rechazo a la diferencia suele estar motivado por el miedo y el desconocimiento de aquello a lo que nos enfrentamos. Esto es verdad para los que acogen pero también para los que son acogidos y eso solo se puede combatir con amor y bondad.

Los extranjeros son fruto de enriquecimiento para aquellos que los acogen con amor, y una oportunidad de devolver un poco de todas las bondades que nuestro Padre nos ha dado.

Aquel que rechaza ser acogido es tan culpable como el que rehúsa acoger, ambos son factores potenciales de violencia y dolor.

Dios nos enseña a través de Jesús cómo debemos actuar, como extranjeros y como hospederos. Hay una sola palabra que lo define todo: amor. Con él, todo es posible, sin él, nada duradero se consigue. Aprendamos las enseñanzas de Jesús para que sepamos actuar a la altura de las circunstancias y ser dignos hijos de Dios.

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. (Efesios 2:19)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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