LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 31 de agosto de 2016

LA PIEL DE MIS DIENTES

Cuando el infortunio se nutre de mi alma.

Cuando la esperanza es como la llama de una vela que titubea sus últimos atisbos de luz.

Cuando los demás con su felicidad insultan mis infortunios.

Entonces, gusto la acritud de mi desamparo como una gota malaya que retumba cada vez más en mi cabeza y en mi mente.

Se me hace visible mi desnudez espiritual como un retrato indecente, despellejado en vivo, donde solo me queda la piel de mis dientes para protegerme de la desgracia que me acecha.

Hay momentos como estos en nuestra vida, como negarlos cuando las cicatrices de nuestro corazón atestiguan de las heridas asestadas a su paso. Por ello la gracia y el amor de nuestro Padre son tan importantes para mí porque no hay mejor bálsamo reparador cargado de esperanza que su fidelidad. En Él descanso, en Él confío, en Él me regenero y con Él avanzo mi camino hacia la salvación.

He visto tantas almas vagando por este mundo, heridas de muerte, sin esperanza de salvación que mi alma se entristece a cada mirada perdida que cruza errando por un mar de desesperación. Sé que no puedo darles lo que buscan, una solución humana a un problema que no lo es.

He aprendido a desistir de mi deseo de convencer a aquellos que no quieren y no porque no quieran sino porque sé que solo Dios puede tocar los corazones. Pero no por ello renuncio a mi deber cristiano de ser testigo de Jesús en este mundo inmundo. Es más, cada vez, con más convicción, muestro a quien vaga por estos derroteros que existe un camino angosto pero seguro en nuestra vida y les invito a atreverse como yo lo hice en su momento.

He entendido, por la gracia de Dios, que mi propósito en esta vida es de ser testigo fiel de Jesús, porque si bien no puedo cambiar los corazones sí puedo testificar del mío y que mejor que predicar con el ejemplo.

Yo también, en algún momento, me he sentido arropado solo con la piel de mis dientes pero, lejos de hundirme, me ha servido para que se revelase la gloria de Dios frente a mi auto condescendencia humana. Nuestro peor enemigo, por nuestra condición pecaminosa, somos nosotros mismos hasta que nos entregamos a Jesús.

20 Mi piel y mi carne se han pegado a mis huesos, y he escapado con sólo la piel de mis dientes. (Job 19:20)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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