LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

sábado, 11 de enero de 2020

GRATITUD

¿Quién asesinó la gratitud?, mejor dicho ¿Quién no? (Anónimo)

La gratitud exige memoria y reconocimiento. Dos calidades que escasean en el hombre. Sabemos pedir y pedir y pedir pero a la hora de agradecer somos mucho más miserables en manifestarlo.

¿Por qué?

Porque pedir está en nuestros genes y dar, aunque solo sean las gracias, brilla por su escasez. Somos dependientes, subordinados a aquello que consideramos nos falta. No buscamos lo que necesitamos, mas sí solemos pedir lo que queremos. Esta dicotomía entre lo bueno y lo superfluo nos hace ser, en más de una ocasión, unos desagradecidos frustrados porque no sabemos ver nuestro interés más allá de nuestros deseos.

Cuando pedimos, esperamos. Cuando esperamos, recibimos. Y cuando recibimos, ¿qué?, ¿agradecemos? O estamos demasiado ocupados a disfrutar el momento hasta que nos olvidamos que fue un regalo divino. O peor, fruto de la dichosa suerte. Esa misma que actúa en la vida de los incrédulos constantemente tanto para bien como para mal. Incluso los creyentes, a veces caemos en su trampa y calificamos de azar lo que la providencia de Dios nos obsequia.

La gratitud exige humildad. La gratitud nos pone en el lugar real de dependencia que nos corresponde. Es un acto de reconocimiento a la bondad con la que se nos ha agraciado. Ya sea por parte de nuestros congéneres o, como es

más frecuente, por parte de Dios.

Cuando decimos “gracias Señor” deberíamos llenar nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestra mente de una gratitud desbordante. Sin embargo, muy frecuentemente decimos estas dos palabras como si de un trámite se tratara. Sé que puede parecer chocante pero a quién no le ha pasado. A mí sí, lo reconozco y me avergüenzo de ello. Porque cuando actúo de esta forma amancillo la magnificencia de lo que he recibido. Lo banalizo hasta pensar que es una cosa normal, y por qué no decirlo, que me merecía. Cuando la verdad es que no soy digno de todo lo que me da Dios. No soy digno ni de su Gracia, ni de su perdón y menos de su amor incondicional. No lo soy y lo sé, y Él lo sabe, pero no por ello deja de amarme, de agraciarme, de perdonarme. Todo lo contrario, interviene constantemente en mi vida para que me acerque cada día más a Él.

La gratitud de corazón solo es destilada por aquellos que dan sin esperar nada a cambio. Que aman sin pedir reciprocidad. Que aplican las enseñanzas de Jesús con la voluntad de mejorar y seguir sus pasos. Para los demás es un sentimiento sin esencia, un ritual sin fundamento.

Y qué decir de saber dar las gracias a nuestro hermano, pariente, amigo e incluso enemigo. Esto nos pone incómodos porque siempre tenemos una buena razón para obviar un agradecimiento a quién consideramos no se lo merece aunque nos beneficiemos de sus bondades.

Si fuéramos conscientes de esto, seríamos mucho más agradecidos con la profundidad de nuestro corazón y dejaríamos de banalizar la Gratitud.

Gracias Señor, gracias, gracias, gracias por hacerme consciente de tu presencia, de tus enseñanzas y de tus bondades en mi vida. Gracias porque solo por el sacrificio de tu hijo Jesús puedo gozar de tu salvación. Gracias por ser una promesa y un cumplimiento. Gracias por amarme a pesar de mí mismo. Gracias por todo Señor, ruego me mantengas consciente de mi deber de gratitud y que no caiga en el orgullo de mi condición negándote todo aquello que haces por mí, Amen.

11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos 13 y alzaron la voz, diciendo: !!Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! 14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. 15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, 16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. 17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? 19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. (Lucas 17:11-19)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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