LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 17 de junio de 2020

MALDICIÓN


Las maldiciones son bendiciones rechazadas. (Anónimo) 

Para los hijos de Dios no hay nada que no obre para bien. Es más, a través de nuestras tribulaciones, de todo aquello que estamos llamados a vivir, ya sea bueno o malo, el Señor nos pule, nos moldea para que seamos caminantes justos en senda de santidad.

El dicho popular nos recuerda que, quien bien te quiere te hará llorar. Y claro si uno se lamenta sobre sí mismo en lugar de aprender de la prueba, transformamos una bendición en maldición. Porque si bien todo lo que atravesamos es para nuestro enriquecimiento, solo nosotros podemos hacer que así sea.

La maldición es un castigo, una expresión de rechazo que conlleva enojo y aversión hacia alguien por su comportamiento. Dios la usó contra su pueblo, duro de cerviz, en el antiguo testamento y no por ello este obedeció.

Era una consecuencia lógica de los efectos de las ordenanzas de la ley y de su desobediencia por parte del pueblo.

En el nuevo testamento, que es el testamento del amor de Dios a través de su hijo amado Jesús, las maldiciones son prácticas ajenas a los hijos de Dios. Somos llamados a responder con bendiciones por cada maldición recibida.

La maldición suele ser fruto de un juicio y por ello no podemos ser perpetradores de ella. Porque ¿quién somos nosotros para valorar la paja ajena cuando nuestra viga nos ciega la vista?

El deseo de maldad hacia los demás no solo es impropio de los hijos de Dios sino que es pecado de soberbia. Porque solo Dios es la Verdad y puede hacer justicia. Él resolvió el agravio constante que nuestro pecado le causaba sacrificando a su hijo amado en la cruz, no deseándonos mal, sino haciendo que Jesús venciera el mal por nosotros a través de su muerte.

Cuando atravesamos malas rachas en nuestra vida y que tenemos la sensación de que estamos malditos, debemos pensar en Jesús. Porque Él está siempre a nuestro lado y nunca dejará que nada, ni nadie, nos lastime el corazón y el espíritu. Solos, no damos la talla para luchar contra el maligno. Con Jesús, la situación se invierte y el mal se derrite frente al amor de Dios.

Por ello las maldiciones son bendiciones rechazadas. Rechazadas por nosotros. Porque si compartimos con Jesús todo lo malo que nos sucede, aprenderemos a ver las bonanzas de las pruebas y reforzaremos nuestra fe y nuestro amor en Cristo Jesús. Cada situación será una oportunidad, un paso más hacia nuestra connivencia con Él. Será cada vez más imprescindible en nuestras vidas y nos acostumbraremos a que las señoree y podamos descansar en Él.

El mal está suficientemente presente en este mundo para que añadamos más leña al fuego. Es difícil reprimirse cuando uno se siente grandemente agraviado por una actuación ajena, como si fuera maldición hecha a nuestra alma. Ahora bien, no maldice quien quiere sino quien puede y en este mundo nadie es de talla para enfrentarse a Jesús. Y si Él es con nosotros ¿quién se atreverá? Dejémosle, como lo hizo en la cruz, lidiar por nuestras almas, están a buen recaudo.

17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. (Génesis 3:17)

Bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperan. (Lucas 6:28)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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