El olvido es como un vendaval que golpea constantemente la flama de nuestras relaciones con los demás, no dejemos que, por su insistencia, apague la vela de nuestra memoria.
El olvido de los demás mata los sentimientos, las relaciones y esconde los recuerdos.
Pero solo hay olvido si las dos partes así lo quieren, porque si una de las dos mantiene la llama de la relación, vida hay para esperanza.
El tiempo, la distancia, las diferencias, el pecado son aliados férreos del olvido.
El amor, la constancia, la paciencia, la fe son adversarios inexpugnables del olvido.
Señor, te pedimos nos guíes para que seamos soldados tuyos en la batalla contra el olvido. Pocos son nuestros hermanos para que además nos dejemos vencer por esta lacra.
“Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honores; en cambio, los que frecuentaban el Lugar santo fueron luego olvidados en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad.” Eclesiastés 8:10
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