En el abismo de nuestra condición mora un ladrón de fe, se llama desesperación, porque el que no alberga esperanza en su corazón, a Dios rechaza.
Queremos tanto ser algo en esta vida que ha menudo nos desesperamos cuando más que ser algo deberíamos pensar en ser alguien.
Nuestra condición humana invita a la prudencia porque no existe la desesperación en el hombre prudente, mas la paciencia y longanimidad guían sus pasos.
Quien, en verdad, a Dios espera no desespera.
“1 Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2 Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.”Salmo 40:1-2
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