Un día, una reflexión, un versículo: carta a mi padre

Papá,


Cada vez que veo algo que te gustaba, tu presencia despierta mis recuerdos. El tiempo pasa y obra en nosotros. Ha hecho que, aquello que fue el punto final para ti, sea ahora un punto de partida para mí.
Cuando veo una foto, un recuerdo, un olor que compartimos me avergüenzo de no pensar más en ti. Estas tan en mí que a menudo descuido tu presencia. Pero solo soy lo que soy porque tú has sido por y para mí. Solo pienso y vivo lo que vivo porque tú te sacrificaste por mí.
Mis éxitos son los tuyos y echo mucho de menos tu presencia a la hora de refugiarme de mis fracasos.
Me gustaría decirte tantas cosas que no te dije, comportarme como no supe comportarme, quererte tanto como tú me quisiste. Nunca dejarás de morar en mi corazón y anhelo volver a sentir tu presencia a mi lado.

Sabes, doy gracias al Señor por haberme obsequiado con un padre como tú. En su gran sabiduría nuestro Padre celestial nos enseña, en esta vida, el camino hacia Él. Este empieza por nuestro padre en la tierra, tú, un día nosotros somos o seremos también padres temporales y todos acabaremos delante de nuestro Padre a todos, eterno y omnipotente: Dios nuestro Señor y Salvador.

Perdóname, papá, por todo aquello en lo que te fallé, hoy me doy cuenta de cuanta razón tenías. Gracias por haberme querido tanto.

Señor, y Padre nuestro, te pido perdón por todos mis pecados. Te pido y te ruego Señor por mi papá para que en ti descanse. Gracias Señor por tu gracia, tu gran amor y misericordia por los siglos de los siglos. Amen

“4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” 1 Corintios 13:4-8

Todos tenemos alguien que ya no está y a quién nos hubiese gustado decirle aquello que no pudimos/supimos/quisimos decirle antes de que el Señor lo llamara a su presencia, nunca es tarde para ello.

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