Hay un momento para cada instante, nada es igual cuando todo se parece.
Cuando piensas demasiado lo que vas a decir no dices lo que en verdad piensas.
Cuando hablas demasiado sin pensar lo que dices a la necedad se expone tu boca.
Mas es verdad que hay un tiempo para todo, tiempo para pensar lo que decimos y tiempo para decir lo que pensamos.
Desconfiemos de nosotros en estos asuntos y pongámoslos siempre en manos de nuestro Señor para actuar según el Espíritu Santo nos guíe.
“Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.” Marcos 13:11
Dichosa lengua la nuestra, que tengáis un buen día Joves, Alfons
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