LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 16 de julio de 2013

AJEDREZ


La vida es como un tablero de ajedrez, todos tenemos
nuestra partida que jugar y ninguna se parece, son personales e
intransferibles.

El mundo está lleno de peones, los sacrifican sin
miramiento son lentos y limitados de movimiento, si bien solo pueden moverse
de frente, matan al bies.

El alfil es rápido, veloz, se desliza en diagonales
perfectas o truncadas eliminando todo aquello que se le opone.

Erguida desde el rincón del tablero la torre reina
sobre las rectas, su fuerza complementa la del alfil pero, a su contrario,
solo conoce los movimientos verticales y/o horizontales para despejar el
tablero.

El más sutil, el más libre sino el más potente, el
caballo es fruto de la estrategia. Obliga su dueño a movimientos precisos
saltándose los obstáculos que no eliminándolos para añadir a la batalla su
dosis de imprevisible.

Nadie más fuerte, más libre, más potente, más
capacitada que la reina. Todo le es permitido y todo se permite, no tiene
igual. Nos transmite esa sensación de poder y fuerza que nos invita al
atrevimiento, ese mismo, que a menudo, es la causa de su perdida.

Tanto movimiento, tanta estrategia, tanta vida y
muerte solo para que viva la única pieza que hace que el juego continúe, el
rey. Algunos se pasan toda la partida defendiéndolo, otros atacándolo pero
no habrá descanso hasta que el monarca blanco o negro sea abocado a su
rendición. Sus movimientos son tan libres como limitados lo que lo hacen más
humano que real.

Todos y cada uno de nosotros somos jugadores de
ajedrez que, según las circunstancias, actuamos como peón humilde, alfil
orgulloso, torre dominante o caballo calculador. En contadas ocasiones
sentimos el poder que tiene la reina y si actuamos con discernimiento nos
damos cuenta que, como el rey, dependemos mucho más de los demás que de
nosotros mismos para sobrevivir en esta jungla.

El gran dilema está en quién debe jugar la partida y
contra quién. La respuesta a menudo es tan sencilla como errónea, cogemos
las riendas del juego y jugamos hasta que nos damos cuenta que el adversario
está mucho más capacitado. El mal juega con ventaja, nos conoce como nadie
porque mora en nosotros y caer en sus garras es juego fácil.
Solo existe una forma de salvar a nuestro rey,
confiando en el Rey de Reyes. Hacer que Él sea quien juegue la partida de
ajedrez y mueva nuestras fichas. Jesús es el único que puede hacer jaque
mate al mal y al pecado que mora en ti y en mi.

¿Quieres hacer una partida de ajedrez?

“20 Volví a sentirme descorazonado de haberme
afanado tanto en esta vida, 21 pues hay quienes ponen a trabajar su
sabiduría y sus conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus
bienes a quien jamás movió un dedo. ¡Y también esto es absurdo, y un mal
enorme! 22 Pues, ¿qué gana el *hombre con todos sus esfuerzos y con tanto
preocuparse y afanarse bajo el sol? 23 Todos sus días están plagados de
sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su
*mente. ¡Y también esto es absurdo!” Eclesiastés 2:20-23
Que Dios os bendiga, Joves, Alfons <><

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