El agua pasa del río al mar, del mar a la nube, de la nube a la tierra para volver al río.
El hombre nace con la inocencia, la pierde con la juventud, la ignora o anhela en la plenitud de su vida y la recupera en su madurez para acabar como empezó.
Por mucho que nos empeñemos, los ciclos de la vida, tal el agua, nos devuelven siempre a nuestro punto de partida. De qué sirve pues almacenar y acaparar todo aquello que podamos si dejaremos de disfrutarlo antes de irnos de este mundo.
Es más importante, que el agua sea suficiente para saciarnos que no sea abundante para ahogarnos.
Olvídate de lo mucho que puedes tener en este mundo, pues volverás de donde vienes, y reparte el único bien preciado que tienes y que perdura en los demás, tu amor.
"Como salió del vientre de su madre, desnudo, así se vuelve, tornando como vino; y nada tuvo de su trabajo para llevar en su mano." Eclesiastes 5:15
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