LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 22 de enero de 2019

DECADENCIA

La decadencia se manifiesta en nuestro cuerpo cuando nuestras carnes ya no se aguantan, y en nuestra mente cuando nuestros valores tampoco. (Anónimo)

Una sociedad decadente no es consciente de su enfermedad, es más suele alardear de sus valores como si fuera consciente de que hay que manifestarlos porque ya no son lo que eran.

La decadencia es un proceso normal y natural en la naturaleza, suele llegar tras el apogeo de la vida tanto animal como vegetal.

¿Por qué debería ser diferente en los hombres? ¿Por qué tenemos consciencia? Lo que tenemos es inconsciencia de nuestra falta de conocimiento. Si no sabríamos que la historia se repite constantemente, que las insensateces de los hombres que leemos en la Biblia reflejan lo pasado pero también lo presente y probablemente, por desgracia, lo futuro. Que no aprendemos de ello, solo nos complacemos en repetir nuestros errores como si fuera nuestra obligación.

¿Cómo se mide la decadencia en nuestra sociedad? ¿A partir de qué momento podemos considerar que hemos caído en ella? Son preguntas importantes y que sin duda invitan a tantas respuestas como ideas hay en este mundo.

Podríamos considerar la sociedad como un edificio en construcción. Si su base es fuerte y está bien asentada los pisos irán acumulándose los unos sobre los otros mostrando cada vez más la majestuosidad de la construcción. Su estructura estará basada en las reglas (valores) fundamentales de la edificación. Viendo la bonanza de sus efectos los responsables del proyecto buscaran siempre ir más alto, más majestuoso, más y más, hasta recrear una torre de Babel en crecimiento constante, dedicada a los dioses de este mundo; el dinero, el sexo, la ambición, etc… Y todo esto hasta que los cimientos empiecen a ceder. Cuando esto pase, todos aquellos que están en la cúspide de la torre no se enteraran dado lo alejados que están de la base. Pero el peso de todo lo construido ira cada vez más gravando el edificio y las grietas empezaran a manifestarse. Eso no será de preocupación para los inquilinos, pues unas grietas se calafatean y ya está. El tiempo hará que poco a poco lo insignificante pase a ser transcendental pero cuando esto suceda ya será demasiado tarde, no habrá tiempo de abandonar el edificio y todos quedaran sepultados en su derrumbe. Pero habrá nuevos edificios y nuevos arquitectos y todos cederán ante los mismos errores porque nuestra vanidad y nuestro orgullo siempre harán que queramos más y más.

Es verdad que puede haber muchas formas de determinar la decadencia de una sociedad pero a mí se me ocurre unos síntomas muy sencillos e inapelables, relativos a nuestros valores: nuestros deberes versus nuestros derechos. ¿O debería decir nuestros derechos versus nuestros deberes? Aquí sí que el orden de los factores altera el producto, y mucho.

Cuando una sociedad anima a clamar los derechos ante todo, está enferma. Esto parece una insensatez pero la insensatez es pensar que lo contrario es verdad. Porque los deberes no son la consecuencia de los derechos sino que los derechos deberían ser el resultado de nuestros deberes cumplidos. Pero eso no es políticamente correcto decirlo. Estamos tan cegados por nuestros derechos que obviamos que no son algo que tenemos que reclamar sino que deben ser la consecuencia de nuestras acciones, de nuestro comportamiento.

Los valores deben anclarse y crear raíces y cimientos fraguados por nuestros deberes no por nuestros derechos.

Una sociedad que se olvida de la consciencia cívica, del servicio a los demás, de las obligaciones de comportamiento entre todos está en decadencia aunque no sea políticamente decirlo.

Una sociedad que se jacta de libertad como todo me es lícitos obviando que nuestra libertad termina donde empiezan los derechos de los demás, esa sociedad está en decadencia aunque no sea políticamente correcto decirlo.

Cuando uno lee la Biblia descubre que el pueblo de Dios tiene su lista de deberes a cumplir siendo los mandamientos un resumen de ello. Jesús nos enseña que la vida, nuestra vida debe ser un ejemplo de cumplimientos. ¿Quieres ser el primero? Hazte servidor de todos nos dice Jesús. Para un creyente los derechos se contemplan como una consecuencia de nuestros actos y sobre todo del la Gracia de Dios porque sin ella no habría remuneración alguna para lo que somos, pecadores.

El mundo se extraña del advenimiento de líderes populistas y extremistas que triunfan sobre los sacrosantos representantes de lo políticamente correcto pero es que de tanto clamar nuestros derechos, estos están desapareciendo y no sabemos cómo volver a la base, cómo crear nuevos cimientos que nos permitan reconstruir un edificio nuevo para la sociedad. Hay que reconstruir en base a los deberes que nos marca Jesús en la Palabra. Los que creen que las masas son tontas y solo obedecen a estímulos primarios como la zanahoria y el palo ignoran que inconsciente colectivo de las masas se nutre del sentido común ese mismo que los listos ignoran. Este inconsciente colectivo tiene una masa especifica que conlleva una inercia aplastante y cuando esta se pone en movimiento aplastando todo a su paso, hasta el líder más carismático o sino que se lo digan a Hilary Clinton.

Pero claro eso muy políticamente correcto, no es. Por desgracia para la humanidad.

42 Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. 43 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; 44 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. 45 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud». (Marcos 10:42-45)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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