El que elige ver para creer es dueño de sus aciertos pero también rehén de sus errores en un mundo lleno de magos expertos en el engaño de la vista.
El que mira con la fe ve lo invisible más allá de lo visible.
El que mira con sus ojos solo ve lo visible y ahí se queda.
¿Cuando ves una montaña, qué miras; una montaña o la creación?
¿Cuando ves el universo qué miras; el universo o la creación?
No es importante lo que ves sino como lo miras por ello a menudo los que ven montañas y universo no miran la creación y los que miran la creación sí ven más allá de montañas y universo.
Queremos ver y no sabemos mirar, el hombre es torpe de voluntad y falto de mira.
“24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.” Juan 20:24-25
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