Toda mi vida he querido ser un buen hombre hasta que la vida me enseñó que hombres buenos no hay.
La bondad es actuar como Jesús en todo aquello que sirva el propósito de Dios.
No hay hombres buenos salvo, Jesucristo, si hay buenas obras fruto de nuestra fe.
El hombre que se cree bueno su vanidad alimenta, el que sabe que no lo es su sabiduría enriquece.
Nuestra bondad es pluma confrontada al plomo de nuestros pecados.
Nuestra fe es causa, nuestra bondad su efecto efímero.
“Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” Proverbios 20:6
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