La verdadera victoria está en ganar contra uno mismo. Ganar contra los demás es fomentar nuestra próxima derrota.
En la guerra dicen que hay vencedores y vencidos cuando en realidad en una guerra solo hay perdedores y perdidos.
Las guerras buscan victorias y solo ofrecen derrotas, buscan éxitos y solo ofrecen fracasos, buscan dominar y solo hacen rehenes a aquellos que las fomentan.
No hay victoria que justifique una derrota ajena mas muchas derrotas propias son el primer paso del triunfo sobre uno mismo.
Solo existe una guerra que merece la pena emprender y es espiritual. En ella somos soldados de a pie con una sola arma: nuestra fe. Es tan poderosa que por mucho que caigamos heridos volveremos a levantarnos hasta la victoria final de nuestro Señor.
Los que quieren gloriarse en sus victorias se manchan de vanidad y se ciegan de orgullo porque solo Dios es digno de gloria, el hombre solo es ….. hombre.
“3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. 4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” 1 Juan 5:3-5
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