La condescendencia que uno tiene sobre sí mismo hace de la autocrítica un
mero acto de autocomplacencia.
Para hacer autocrítica hay que mirarse en el espejo humilde de nuestra
condición pero nosotros nos empecinamos en mirarnos en el cristal transparente de nuestra vanidad y así nos va que no nos vemos cuando más lo necesitamos.
Todas las críticas no son malas pero la mejor, sin lugar a duda, es la autocrítica.
La única crítica constructiva es aquella que edifica mas no destruye y qué mejor que construir sobre uno mismo, así nace la autocrítica.
Quien sabe administrar la autocrítica con sabiduría se aleja de la crítica ajena.
Todos erramos pero aquel que pone más su mirada sobre los traspiés de los demás que sobre los suyos fácilmente se olvida de quien es.
No soy bueno, nada nuevo bajo el sol.
No soy perfecto, nada nuevo bajo el sol.
Pero sí soy capaz de aceptar o ignorar aquello que edifica
Porque del juicio humano sano nace la autocrítica.
La autocrítica es la defensa de nuestra mente frente a sus propias tentaciones, sin ella caemos en el pozo de nuestra soberbia.
"31 El que atiende a la crítica edificante habitará entre los sabios. 32 Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la reprensión es ganar entendimiento. 33 El temor del Señor es corrección y sabiduría; la humildad precede a la honra." Proverbios 15: 31-33
Que Dios os bendiga,
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