Somos tan recelosos de nuestro libre albedrío que hemos perdido el respeto a la obediencia.
Obedecer es cumplir la voluntad de quien manda, ahora bien ¿Quién manda en nuestra vida?
Somos tan orgullosos que confundimos el cargo con sus beneficios a la hora de mandar.
Mandar es imponer un precepto, ahora bien ¿Qué, cuándo y a quién?
Admiramos la obediencia del perro y envidiamos la independencia del gato pero en realidad si bien el perro depende totalmente de su amo y lo disfruta, el gato solo es libre en casa de su amo. Si la abandona pasa de libre a salvaje y no hay cobijo seguro en la selva de la vida ni tan solo para un gato.
¿Por qué obedecer si podemos mandar?
Porque la mejor forma de mandar es mostrando ejemplo de obediencia. Todos tenemos alguien o algo que regenta nuestra libertad y al final del cuadro de mando está Dios a quien debemos obediencia por encima de todo y todos.
¿Por qué mandar si podemos obedecer?
Porque cada cosa tiene su momento y el de asumir sus responsabilidades a veces conlleva imponer normas y/o reglas si más no de respeto y convivencia.
Mandar es una responsabilidad y obedecer un privilegio para el sabio, mientras mandar es ejercer poder y obedecer mostrar debilidad para el necio.
A todos nos toca mandar y obedecer, saber elegir marcará el camino de nuestra vida, con la ayuda de Dios.
"Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos." Romanos 5:19
"El sabio de corazón recibirá los mandamientos; Mas el necio de labios caerá.
Proverbios 10:8
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