LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

sábado, 16 de mayo de 2020

COMPLICIDAD

La complicidad nos hace partícipe de los hechos sin por ello provocarlos. (Anónimo)

Ser cómplice tiene dos caras, la buena y la mala pero lo que ambas tienen en común es que precisan de nuestra colaboración ya sea activa o pasiva.

LA MALA:

Los dioses de este mundo son majestuosos pero vulgares, temibles pero inofensivos, idolatrados pero….

¿Pero qué?

¿Qué podemos anteponer a la idolatría que tantos y tantas practican; a su cuerpo, a su tren de vida, a sus apariencias, a sus dioses o no dioses, etc…?

Lo que hace que existan ídolos es la entrega desenfrenada a la tentación y su consecuencia: el pecado. Porque ¿cómo podría existir la fama su reinara la humildad?, ¿cómo podría triunfar el miedo si solo imperara el amor? La respuesta es sencilla no existirían. Y entonces ¿por qué hay tantos ídolos con pies de barro en la tierra? Porque somos alfarero mediocres e incapaces de buenas obras y peor todavía, cómplices de su advenimiento y triunfo.

A menudo, los cristianos, cuando vemos comportamientos de este tipo pensamos que esto no va con nosotros pero cuando suceden ante nuestras narices solemos callar y quien calle otorga, y es cómplice ¿no? Cuando se mofan de nuestro Padre o usan y abusan de su nombre en vano en coros de amigos, conocidos, colegas de trabajo, ¿cuántos de nosotros hacemos ver, con respeto, a nuestros contertulios que nos están hiriendo en lo más profundo de nuestro corazón? Pero en muchos casos solemos callar y quien calla otorga, y es cómplice ¿no? Podría poner tantos ejemplos en los que me he visto involucrado y en los que, como Pedro, he negado a Jesús dejando que vilipendien su nombre que me da vergüenza pensarlo. Es un reto que tengo en mi vida: dejar de ser cómplice del pecado.

LA BUENA:


Ser cómplice también implica estar presente física o mentalmente en aquello o con aquel que sus hechos definen. Y cuando se trata de Dios es una bendición, un gozo. Sentirse parte de su Perdón, de su Gracia. Sentirse cómplice de las buenas obras que mediante la fe Él nos invita a hacer.

Ser cómplice es estar en medio de su pueblo y alabarlo y glorificarlo. Hacer que cada día sea una oportunidad de sentirlo a nuestro lado, de que su presencia influya en nuestra vida a cada paso que damos. Porque nuestro Dios, el único, es un Dios cómplice de amor, de caridad, de humidad, de bondad. No hay buena obra que hagamos que no sea suya. Su complicidad nos da gozo, plenitud porque lo sentimos cercano, en medio de nosotros, presente en cada momento de nuestra vida. Nos invita a buscarlo a través de un camino de santidad que no es fácil pero que tiene su recompensa en la gran promesa que nos hace de ser, que no vivir, por la eternidad con Él.

En nuestra vida tenemos constantemente que elegir de quién y con quién queremos ser cómplice. Si bien Dios ya lo sabe, nosotros debemos mostrárselo a cada paso que damos.

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. (Sofonías 3:17)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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