LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

jueves, 7 de mayo de 2020

CULPABLES

Culpables ante los hombres no quiere decir culpables ante Dios y viceversa. (Anónimo)

El hombre necesita culpables como el aire que respira. Hay quienes son expertos en hallarlos otros, como los fiscales, han hecho de ello su profesión pero en la mayoría de los casos, cuando se trata de juzgar a los demás, todos somos abogados del diablo en el sentido literal de la frase. Es decir que nuestra viga no nos impide mirar con lupa el pecado ajeno de tal forma que tape el nuestro.

Cuando un niño nace con una malformación, o ciego, o… nos es difícil no pensar “¿de quién viene esto, de mi familia? ¿Es castigo divino? Nos cuesta aceptar aquello para lo que no tenemos una explicación racional tranquilizante.

Por ello los minusválidos son un colectivo culpable de incomodar a nuestra sociedad. De perturbar nuestra comodidad, nuestra absurda normalidad.

Además suelen ser uno de los primeros argumentos que los no creyentes evidencian para rebatir la existencia, y si más no, la bondad de un Dios que cualifican de castigador.

No es sencillo razonar en base a este postulado. No porque no tengamos argumentos, que los tenemos, sino porque no estamos en el mismo plan de razonamiento, mientras nos objetan raciocinio respondemos fe, y claro es como querer atrapar todo el aire en una bolsa. Por muy definida y grande que sea la bolsa el esfuerzo es inútil.

En mi caso soy conocedor del impacto porque mi hijo es minusválido y puedo testificar, que no razonar, y menos convencer, de lo importante que ha sido y sigue siendo en mi vida. No me pueden objetar que no sé de lo que hablo si yo fui el primero que lo vi, él y su carga.

Vi como en unos segundos todo mi mundo cambiaba de escenario, toda mi vida perdía su propósito original y como estaba abocado a reconstruirme alrededor de esta nueva situación. En aquellos momentos no lo entendí incluso me rebelé. Hoy todo es tan claro que solo tengo palabras de agradecimiento a Dios. Dicho así parece muy dramático pero la verdad es que no lo es. Estas absorbido por la cotidianidad, no tienes más remedio que enfrentar esta nueva situación y vivir a cada día su momento sin buscar más allá de la victoria de haber pasado un días más. No sería el mismo sin mi hijo, me ha obligado a mirarme a mí mismo y a los demás de una forma diferente, más humilde, menos vanidosa.

Ha sido un castigo, yo lo llamaría bendición y a riesgo de ser provocador diría que toda bendición tiene un precio precioso, el de ver que en nuestra vida todo es para fin de bien cuando confiamos en el Señor. El tiempo que fluye nos da la perspectiva de la que carecemos cuando nos sucede.

Hoy, más que nunca entiendo las palabras de Jesús cuando dice:”sino que las obras de Dios se manifiesten en él” hablando del hombre ciego.

Mi vida es obra de Dios y como Dios me ama, me dio a mi hijo. Se imaginan una conversación con un no creyente con este postulado. Puede ser delicada pero es la verdad. Dios nos trabaja, nos mejora a través de nuestras pruebas, yo tengo las mías y mi hijo las suyas. Es como el alfarero que debe domar el barro, enderezándolo constantemente hasta hacer una obra de belleza y utilidad. ¿Habéis oído alguna vez el lodo quejarse? Si de la nada que era se transforma en obra.

Y qué decir de mi hijo. Que él no eligió ser así. Acaso lo eligió el sabio, el necio, el que nace rico o pobre. La vida no es lo que te dan sino lo que haces con ello. Conozco mucha gente que vive una vida menos envidiable que la de mi hijo y son “normales”.

Las obras de Dios están por encima de nuestra capacidad de entendimiento, si más no, en el tiempo. Pero la fe nos da esa seguridad que nos conforta en nuestro descanso en Jesús. Cuestionarlas supondría tutear a Dios y eso no está a nuestro alcance. Esa soberbia solo pertenece a aquel en el que no reposa el Espíritu Santo.

Culpables, sí su señoría, culpables, pero de nuestra condición pecaminosa, de nuestros hechos corruptos. Inocentes también su señoría, lavados de pecado por la sangre de Jesús en la cruz. Inocentes porque por la Gracia de Dios mediante nuestra fe para buenas obras somos salvados y llamados a clamar al mundo que todos se pueden liberar de las garras del maligno a través de Jesús.

1Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. (Juan 9:1-3)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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