LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

domingo, 10 de mayo de 2020

SECRETOS DEL CORAZÓN

Las vanidades son secretos expuestos a la intemperie de nuestro ego. (Anónimo)

Los secretos de nuestro corazón no nos pertenecen, son de Dios y solo Él los conoce en profundidad.

No hay secreto que vea la luz del día y mantenga su propósito. Son como el hielo, expuesto al sol, se transforma inmediatamente en agua. Pues lo mismo pasa con nuestros secretos, se transforman en un elemento público, y eso les hace perder toda su fuerza.

No es ni bueno ni malo guardar secretos o exponerlos, depende de lo que atesoran. Unos pertenecen a nuestra mente y otros a nuestro corazón. Los primeros son fruto de nuestro raciocinio y los ocultamos por voluntad propia. Los segundos son fruto de la obra del Espíritu Santo en nosotros, y debemos rodearlos de la discreción humilde que se merecen y que imponen.

Los secretos de nuestra mente:

Nos gusta ser propietarios de este tipo de secretos. Es como tener el privilegio de saber lo que los demás ignoran. Cuando los compartimos se crea una red que fácilmente puede caer en una trampa de murmuraciones. Es muy común y a cuanto más pesa el secreto más fácilmente circula. No puede haber secretos de esta índole porque lo único que consiguen es dañar al protagonista y a todos aquellos que los vehiculan. Es más común de lo que parece y siempre parte de un sentimiento vanidoso que nos hace pensar que estamos en posesión de la verdad o por encima de ella.

En nuestras congregaciones es frecuente verlos merodear entre feligreses.

En el mundo se han transformado en una herramienta de manipulación de masas. Poco importa si son verdad o no, lo que cuenta es que circulen y a cuanto más mejor.

Pensamos ser maestros de estos secretos pero en realidad son ellos los que nos hacen esclavos de su propósito, y este raramente es bueno. De hecho hay muchos secretos del corazón que en realidad lo son de nuestra mente. Creemos que están cargados de buenas intenciones, esas mismas que carga el diablo. Pero la realidad es que nuestra condición pecaminosa nos inclina a crear esas redes de conocimiento prohibido a la gran mayoría, solo por el placer de atesorar conocimiento. Requiere mucha sabiduría poder separar la paja del grano y no caer en la trampa.

Y no nos olvidemos que nuestra mente no tiene secretos para Dios por mucho que queramos esconderlos de Él.



Los secretos de nuestro corazón:

No nos pertenecen. Ni tan solo en la gran mayoría de los casos somos los instigadores, como mucho los autores materiales a las órdenes de nuestro Señor Jesucristo. No hay buena acción que busque la vanidad del reconocimiento público. Por desgracia el fariseísmo se sustenta en base a esas primicias y hoy en día hay mucho fariseo deambulando por estos mundos y por nuestras iglesias.

Es importante decir que todo lo que hacemos inspirados por el Espíritu Santo implica, discreción, humildad, abnegación,obediencia a Jesús. Eso entrará a hacer parte del secreto de nuestros corazones. Solo el Señor sabe por qué, cómo y gracias a Quién lo hemos hecho o pensado. Él nos enseña a actuar con cautela y alejados de los focos ajenos o de nuestra propia concupiscencia. Cuando por fe hacemos buenas obras al amparo de la anonimidad estamos siendo parte de Jesús, estamos siendo llevados por el Espíritu Santo y que bueno es poder descansar en Él obedeciéndole. El único que debe saber cómo obramos o pensamos ya lo sabe porque nos conoció antes de que fuéramos. Nos ha enseñado a huir de nuestro ego para refugiarnos como siervos de Dios.

Todos podríamos alardear de buenas acciones, o eso creo, pero dejarían de serlo al instante que lo hiciéramos porque quebrantaríamos la leyes de Dios poniéndonos medallas en nuestra solapa que no nos merecemos.

Debemos ser conscientes y alegrarnos que los únicos méritos que cuentan son aquellos que conseguimos en obediencia a Jesús y solo Él puede galardonarnos con su amor porque las únicas medallas que cuentan son las que cuelgan de nuestro corazón, y esas, solo las pone Jesús.

10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. (Jeremías 17: 10)

Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. 5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; 6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. (Mateo 23:1-8)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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