La felicidad siempre da placer mas el placer no
siempre la encuentra.
El placer es una sensación agradable pero volátil, da pero también quita
porque sus efectos tienen un precio que no siempre estamos dispuestos a
asumir.
El placer de la carne se nutre de pasiones etéreas, el placer del espíritu
de amor duradero.
La felicidad es un estado de ánimo que te ayuda a dar paz a tus guerras y
gozo a tus penas. No es suma de placeres mas sí acumula lo bueno de lo malo
y descarta lo malo de lo bueno. La felicidad te hace aceptar tus infortunios
como parte indisoluble de tus alegrías porque el alimento del espíritu es
fruto sufrido.
Si buscas los placeres de este mundo no encontrarás la felicidad de tu
mundo.
Si buscas la felicidad de tu interior descubrirás los placeres de tu corazón
que son amor, paz y entrega a nuestro Señor.
La inocencia genuina es el placer absoluto de la felicidad por ello es lo
primero que perdemos cuando nacemos y lo primero que volveremos a recibir en
el reino de Dios.
"23 »Mas si un ángel, uno entre mil, aboga por el *hombre y sale en su
favor, y da constancia de su rectitud; 24 si tiene compasión de él y le
ruega a Dios: "Sálvalo de caer en la tumba, que ya tengo su rescate", 25
entonces el hombre rejuvenece; ¡vuelve a ser como cuando era niño! 26 Orará
a Dios, y él recibirá su favor; verá su rostro y gritará de alegría, y Dios
lo hará volver a su estado de inocencia."
Que Dios os bendiga, Joves, Alfons
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