La frontera entre ser fiel y ser hiel es tan fina y engañosa como cambiar la “F” por la “H”. Suele pasarnos por confundir constancia con rigidez.
La constancia no es pensar siempre lo mismo, eso sería rigidez. La constancia es mantener nuestros valores adaptando nuestro entender a las situaciones que se nos plantean, con honestidad, amor, apelando al Espíritu Santo. Tenemos tanto miedo de errar que preferimos aferrarnos a un principio sin cuestionarlo en lugar de retarnos a nosotros mismos y pensar en qué haría Jesús. Esta actitud es muy frecuente frente al pecado ajeno, somos expertos en detectarlo y enjuiciar su autor pero cuantas veces nos preguntamos ¿qué haría Jesús o que hizo en su momento frente a tales situaciones que las tuvo?
A menudo si las cosas no se parecen a la idea que nos hacemos de ellas tenemos tendencia a culpar los hechos en lugar de cuestionarnos a nosotros mismos. Buscamos en la palabra aquello que refrenda nuestra opinión sin contextualizarlo, obviando cualquier otro ejemplo que nos rete a lo contrario.
Las respuestas tajantes suelen serlo tanto que lo primero que cortan son nuestra propia vanidad. El temor de Dios se manifiesta siempre en la cautela y la prudencia frente a situaciones pecaminosas ajenas. Y no para pormenorizarlas, sino para enfrentarlas con humildad y amor.
El fariseo moderno es aquel que se cree capaz de atribuir certificados de buena y mala conducta espiritual. En él, está lejos de su memoria Juan 8:1-7 en que Jesús perdona a la adultera y exhorta a maestros de la ley y fariseos a que el que esté sin pecado le arroje la piedra.
¿Cuántas veces hemos tirado la piedra y escondido la mano?
¿Cuántas veces hemos proyectado nuestros pecados en juicio a los demás?
¿O es que ninguno de nosotros nunca ha dicho: esto que está haciendo tal o tal persona es pecado obviando escudriñarse primero a sí mismo?
Me culpo sin duda de tales hechos, y si bien no he pretendido hacer daño, con toda seguridad lo he hecho. Por ello pido perdón y lucho para enmendar tales actitudes en mi persona. ¿Y tú?
La fidelidad a nuestro Dios y a su palabra no pasa por ser jueces de sus mandamientos, mas sí siervos obedientes y humildes.
Nuestro deber frente a murmuraciones, juicios y condenas es ser discípulos de Jesús y batallar contra todos ellos. Porque solo Dios tiene potestad para juzgar.
La frontera entre ser fiel y ser hiel es confusa y muy clara a la vez. Confusa para quien todo lo sabe y clara para quien es consciente de su pequeñez. La frontera entre ser fiel y hiel está enmarcada entre la humildad y la soberbia. Nosotros elegimos.
No dejemos nunca de pensar en qué pasaría de nosotros si Dios nos juzgara de la misma forma que nosotros solemos hacerlo con los demás.
Él juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. (Salmos 9:8)
»No juzguéis, para que no seáis juzgados, 2 porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. 3 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mateo7:1-5)
Que Dios os bendiga, Alfons <><
Primera edición del libro electrónico con 1 año de
reflexiones, versículos e ilustraciones de Manuel Redondo, a la venta en
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Església Evangèlica La Gràcia de Déu
Ciutat de Balaguer, 40, Barcelona
Cada domingo a las 18 00, ¡OS ESPERAMOS!
La constancia no es pensar siempre lo mismo, eso sería rigidez. La constancia es mantener nuestros valores adaptando nuestro entender a las situaciones que se nos plantean, con honestidad, amor, apelando al Espíritu Santo. Tenemos tanto miedo de errar que preferimos aferrarnos a un principio sin cuestionarlo en lugar de retarnos a nosotros mismos y pensar en qué haría Jesús. Esta actitud es muy frecuente frente al pecado ajeno, somos expertos en detectarlo y enjuiciar su autor pero cuantas veces nos preguntamos ¿qué haría Jesús o que hizo en su momento frente a tales situaciones que las tuvo?
A menudo si las cosas no se parecen a la idea que nos hacemos de ellas tenemos tendencia a culpar los hechos en lugar de cuestionarnos a nosotros mismos. Buscamos en la palabra aquello que refrenda nuestra opinión sin contextualizarlo, obviando cualquier otro ejemplo que nos rete a lo contrario.
Las respuestas tajantes suelen serlo tanto que lo primero que cortan son nuestra propia vanidad. El temor de Dios se manifiesta siempre en la cautela y la prudencia frente a situaciones pecaminosas ajenas. Y no para pormenorizarlas, sino para enfrentarlas con humildad y amor.
El fariseo moderno es aquel que se cree capaz de atribuir certificados de buena y mala conducta espiritual. En él, está lejos de su memoria Juan 8:1-7 en que Jesús perdona a la adultera y exhorta a maestros de la ley y fariseos a que el que esté sin pecado le arroje la piedra.
¿Cuántas veces hemos tirado la piedra y escondido la mano?
¿Cuántas veces hemos proyectado nuestros pecados en juicio a los demás?
¿O es que ninguno de nosotros nunca ha dicho: esto que está haciendo tal o tal persona es pecado obviando escudriñarse primero a sí mismo?
Me culpo sin duda de tales hechos, y si bien no he pretendido hacer daño, con toda seguridad lo he hecho. Por ello pido perdón y lucho para enmendar tales actitudes en mi persona. ¿Y tú?
La fidelidad a nuestro Dios y a su palabra no pasa por ser jueces de sus mandamientos, mas sí siervos obedientes y humildes.
Nuestro deber frente a murmuraciones, juicios y condenas es ser discípulos de Jesús y batallar contra todos ellos. Porque solo Dios tiene potestad para juzgar.
La frontera entre ser fiel y ser hiel es confusa y muy clara a la vez. Confusa para quien todo lo sabe y clara para quien es consciente de su pequeñez. La frontera entre ser fiel y hiel está enmarcada entre la humildad y la soberbia. Nosotros elegimos.
No dejemos nunca de pensar en qué pasaría de nosotros si Dios nos juzgara de la misma forma que nosotros solemos hacerlo con los demás.
Él juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. (Salmos 9:8)
»No juzguéis, para que no seáis juzgados, 2 porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. 3 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mateo7:1-5)
Que Dios os bendiga, Alfons <><
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