LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 10 de abril de 2019

ESPEJO ROTO

Cuando me miro en el espejo solo veo trozos inconexos de mi vida. (Anónimo)

Es importante mirarse en el espejo para cuidar nuestro aspecto, no para enmascararlo. La diferencia puede parecer ínfima pero en realidad es mayúscula porque está erradicada en nuestras intenciones y estas no siempre son inocentes.

Cuando uno se levanta por la mañana, a menudo efectúa un ritual que le ayuda a poner en marcha el día, su día. Higiene, alimentos, y hasta para algunos, lectura de la palabra y buenos propósitos, hacen parte de esta liturgia. Nos da seguridad, tranquilidad. Nos ayuda a emprender el camino de los acontecimientos que nos sucederán a lo largo del día. Nuestros éxitos, nuestros fracasos, nuestras alegrías, nuestras penas, todo se mezclara para hacer una composición de las vivencias del día.

No solemos especular para quién lo hacemos y menos por qué lo hacemos. Lo normal es que pensemos en qué es lo que vamos a hacer. Somos como maquinas reactivas que solo funcionan con energía proveniente de nuestro ego.

¿Cuántos de nosotros encomiendan su día a Cristo? Algunos ¿Cuántos de nosotros dedican sus acciones a Cristo? Algunos ¿Cuántos de nosotros agradecen a Cristo sus logros? Algunos menos ¿Cuántos de nosotros le piden ayuda? Algunos más.

La pregunta genérica es ¿vivimos con y en Cristo, o es parte de un ritual que pretende darnos buena consciencia cristiana?

El peor enemigo de la sinceridad es hacer las cosas por inercia, dejando de pensar en lo que hacemos, porque es parte de nuestro protocolo cotidiano. Y nadie está exento de culpa en este pecado.

Cuando esto sucede, y nos miramos por la mañana en el cristal que refleja nuestro rostro, no prestamos atención y creemos ver la cara de siempre. Pero si nos detuviéramos un momento, con toda seguridad, descubriríamos un espejo roto que refleja nuestra vida en mil pedazos. Nuestro mundo falto de Cristo, y lleno de mundanidades.

Esto puede parecer melodramático y fruto de una mente con tendencia a la paranoia de complacerse en la culpa. De eso nos acusan a menudo a los cristianos, de masoquismo religioso.

Pero la verdad está a las antípodas de esta cualificación. Nuestra verdad es que somos presos de nuestra condición que está alimentada por el pecado. Que por mucho que nos esforcemos nunca llegaremos a salvarnos de ella si no es mediante Jesús. Nuestra verdad es que el cristiano está, más que otros, atacado constantemente por la tentación y sus adláteres pecaminosos. Y la trampa la más inocua suele ser aquella en la que más fácilmente caemos, la de la costumbre que rápidamente se transforma en malas costumbres porque desvirtúan su propósito inicial. Cuantas veces cuando oro por la noche no me ha pasado que lo hago por inercia. Como si quisiera sacarme una tarea de encima. ¿Cuántas? Me avergüenzo de ello y le pido perdón a Jesús por mi falta de compromiso pero la verdad es que debo luchar contra esta tentación mucho más de lo que parece.

A veces los grandes pecados son poco vistosos y por ello sus efectos son todavía más devastadores porque nos pillan desprevenidos.

Frente a esta situación solo conozco una respuesta. Ser conscientes de nuestra condición y buscar siempre la motivación de nuestros propósitos en Jesús. Aceptar que somos falibles y fracasamos a menudo en nuestra constancia en Él. Solo así mejoraremos nuestra firmeza en Él. Una paradoja más que nos enseña Jesús: la fortaleza del hombre se fundamenta en su capacidad de aceptar sus debilidades. Nada nuevo bajo el sol.

Ayúdanos Jesús a ser conscientes del espejo roto de nuestra vida para que se recomponga en tu amor.

Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? (Salmo 27:1)
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (hebreos 4:14-16)


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