LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

jueves, 16 de mayo de 2019

YO SOY EL QUE SOY

¿Si Dios es el YO SOY EL QUE SOY, quién soy yo? (Anónimo)

Todos estamos en busca de nuestra identidad. No es que no la tengamos sino más bien que es tan escurridiza como la anguila. Va modificándose a lo largo de los años, de nuestras experiencias, de nuestras pruebas, de nuestros éxitos. La valoramos, no por nuestros propios juicios, sino por los de los demás.

De hecho es tan importante para la sociedad poder asociarnos con ciertos criterios que ha creado el carnet de identidad. Ese mismo que si no lo tienes no existes para el estado y por qué no decirlo ese mismo que hace que goces de ciertos privilegios o no. Y si no que se lo pregunten a los sin papeles.

Cuando buscamos entender, conocer, aprender de las cosas que nos ocurren, lo llamamos experiencia y lo es. Pero de qué sirve tener experiencia si después no hacemos buen uso de ella. Por ejemplo cuando nos quemamos porque nos hemos acercado demasiado a una llama, ¿es eso garantía de que no volveremos a quemarnos? Depende realmente del por qué de la quemadura, si fue fortuita es muy posible que no repitamos el error pero si es porque nos fascina el fuego, la llama que lo representa, entonces lo más probable es que volvamos a caer en el mismo traspié.

Lo digo porque de qué sirve que sepamos de Dios si después vivimos como si no estuviera presente en nuestras vidas. De qué sirve rendirle culto si después no lo reconocemos en cada acontecimiento que nos sucede.

Dios nos dice en la Biblia que es el YO SOY y no el yo estoy. Porque Él es la esencia de todo y de todos. No necesita estar pero si se alegra que nosotros reconozcamos su presencia en nuestras vidas. No hay mayor alegría para un padre que sentirse identificado por su hijo. Pero eso dura lo que la niñez y la inocencia perduran porque cuando llegan a la edad de la razón (que yo llamaría de sinrazón) lo primero que se plantean es retar y restar a sus padres para poder afirmar su propia personalidad, su propia identidad. Es terrible vivirlo pero es ley de vida y eso no hace que queramos menos a nuestros hijos. No, eso nos enseña la paciencia, el amor sin condiciones, la abnegación, y todos los atributos que encontramos para salvar aquello que para nosotros es innegociable, nuestros hijos.

A veces somos torpes porque ante las evidencias que Dios nos pone delante para que las vivamos y aprendamos de ellas, no somos capaces de darnos cuenta que aquello que vivimos con nuestros hijos, nuestro Padre celestial lo vive con nosotros. Con una diferencia su amor es puro, el nuestro no. Su gracia divina, la nuestra suele llamarse desgracia. Su perdón es vivificante y salvador, el nuestro no siempre es gratuito.

Dios está en medio de nosotros, de nuestras vidas, de nuestro destino. Como el Padre supremo no hay quien se alegre más que Él cuando sus hijos le obedecen y aprenden sus enseñanzas. No hay nadie como Él que sepa escudriñar nuestros corazones y encontrar en ellos la llama, a veces muy tenue, de nuestro amor por Él y avivarla hasta que gocemos de su gloria.

Aprendamos a olvidarnos de nuestro yo para concentrarnos en Él porque Él es el único camino hacia la salvación, y Jesús el único amigo y hermano que nos lo enseña.

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. (Sofonías 3:17)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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