Todo buen navegante sabe que no hay puerto de paso angosto sin faro, mas las costas están repletas de naves fracasadas que ignoraron esa luz que les marcaba el camino.
En lo más profundo de las tinieblas y en lo más deslumbrante del sol se puede ver el faro que guía nuestras vidas porque si bien las tinieblas nos engañan y el sol nos quema existe un rumbo seguro para navegar en los mares tormentosos de nuestra vida.
El faro avisa y guía, resiste las tempestades y vence los oleajes turbulentos. Su posición es dominante y nunca dominada.
La energía de este faro es el amor eterno de nuestro Dios, su luz punzante Jesús. Cada día salva aquellos que en Él confían, buen faro no dejes que nuestra mirada se pierda lejos de ti.
Quien en este faro pone su mirada a buen recaudo se ampara.
Los hombres somos pésimos marineros acostumbrados en confiar más en nuestra brújula bruja que en la luz del faro de nuestro Señor.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” Romanos 8:14
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