El sol brilla pero no me deslumbra.
Una sonrisa me busca pero no me encuentra.
Una desesperación me suplica pero no me llega.
Las nubes de mis ojos son filtros de amor que matan todo aquello que destilan.
Las nubes de mis ojos son grises y profundas, se cargan de oscuridad hasta romperse en torrentes de lágrimas.
No se advierten cuando se forman y todo lo que veo lo transforman.
No dejan que vea aquello que es, mas sí que crea aquello que no es.
No admiten buenas nuevas, mas sí malas ocurrencias.
Cuando la fuerza de mi fe flaquea, nubes en mis ojos acarrea.
Pero yo sé que por mucho que mis ojos se enturbien, nada se resiste a la luz divina, las nubes se evaporarán y las tormentas desaparecerán.
Solo en Jesús encontraré aquello que fulmine las nubes de mis ojos y mi corazón se gozará en Él.
Esta es la esperanza de vida, la esperanza de mi vida.
“Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” Romanos 8:24
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