LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 27 de febrero de 2019

DE HECHO Y EN VERDAD


Los hechos suceden, los pensamientos, por suerte y/o por desgracia, no siempre. (Anónimo) 

Mis obras no se definen por mis intenciones, mas sí por las consecuencias de mis hechos.

A quién no le ha pasado actuar para conseguir algo y acabar provocando lo contrario. Hay mil razones para ello: nuestra torpeza, la de los demás, el contexto, etc… y sobre todo nuestra capacidad de engañarnos a nosotros mismos.

Pero ¿Qué provoca que fracasemos tan fácilmente?

La respuesta es muy sencilla, nuestra lengua. Aquella misma que construye palabras, frase ideas, pensamientos que esputamos a cuatro vientos constantemente.

Las promesas es uno de esos actos que provocan nuestro tropiezo cuando las incumplimos. Es fácil prometer, cumplir es otra historia.

En verdad, no hay mentira. Así debería de ser. Pero si nuestra verdad es, como se define en el diccionario: la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa, entonces hay tantas verdades como seres humanos en la tierra. Añadiremos el hecho de que entre lo que uno piensa y lo que uno dice, a menudo, se crea un abismo. Entonces estamos en el corazón de nuestra condición humana.

Nuestros propósitos son la expresión de lo que razonablemente pensamos es lo correcto conseguir, pero los hechos que los acompañan no siempre los confirman. ¿Quiere decir esto que hemos fracasado en el intento o que hemos triunfado engañándonos a nosotros mismos? Seguramente hay un poco de cada. Somos prestos en nuestras intenciones obviando las consecuencias de nuestras acciones o indecisiones. Expertos en disculparnos de todo, y buscar responsabilidades ajenas.

Le pasó a Pedro cuando le prometió a Jesús que nunca lo negaría. Y nos pasa cada día de nuestra vida cuando nos enfrentamos a nuestra condición.

Tal vez tendríamos que ser más humildes en nuestros designios y más conscientes de nuestras limitaciones. Y por limitaciones no me refiero a nuestra incapacidad de conseguir o hacer las cosas, mas si a nuestra capacidad de poner límites en aquello que somos conscientes de poder lograr.

Jesús no espera de nosotros que seamos perfectos, más sí sinceros frente a nuestras imperfecciones y que le busquemos para enmendar nuestra condición. Y eso pasa por aceptar nuestra condición y enfrentarnos a ella con sinceridad y honestidad, evitando ampararnos en falsas excusas y justificaciones inaceptables. Renaciendo en Cristo y lavándonos cada día con agua de remordimiento y perdón celestial porque el pecado nos mancilla constantemente.

La sencillez no es una debilidad, es la fuerza de los humildes y sabios. Si estuviéramos convencidos de esta afirmación, no perseguiríamos grandes objetivos en nuestra vida. Tan solo con uno, seguir a Jesús, colmaríamos todo nuestro ser.

El mundo juzga a los hombres por sus hechos. Dios, Él, escudriña los corazones y el alma.

¿Cuántas veces hemos dicho te quiero? seguro que muchas más de las que, de hecho y en verdad, lo hemos cumplido.

Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. (1 Juan 3:18)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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