LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 5 de febrero de 2019

LO QUE TENGO

Pienso tanto en las miserias que he padecido que me he olvidado de los tesoros que tengo. (Anónimo)

El hombre siempre quiere más. ¿O quién no quiere más felicidad, más salud, más éxito, etc…? Muchas de estas aspiraciones vienen de aquello que hemos sufrido en nuestra infancia o a lo largo de nuestra vida. No tienen por qué estar motivadas por codicia o deseos luctuosos e insaciables, también aquello que hemos padecido nos deja una huella con necesidad de resarcimiento. Es normal, es humano, es aquello que nutre muchas vidas. Algunos lo llaman metas, objetivos pero la verdad es que no dejan de ser la voluntad de rellenar algún vacío que sentimos en nuestras mentes.

Hay personas que se pasan toda la vida persiguiendo una felicidad perfecta y constante. ¿Los hace eso ser personas ambiciosas? Creo que no pero, con casi toda seguridad, sí personas infelices porque buscan en este mundo algo que no es de este mundo.

Todas las miserias que hemos padecido cargan nuestra mochila y el camino se nos hace cada vez más difícil, más inaccesible a cada paso. Lo lógico sería descargarla de vez en cuando antes de continuar pero estamos tan afanados en querer llegar que tendemos a olvidarnos de aquello que acarreamos y de sus consecuencias.

Pero también todos los tesoros que nos hacemos pesan en la mochila y si bien alguno puede pensar que eso facilita el andar la verdad es que no hay tesoro en este mundo sin precio en carga.

Cuanto más pensamos en atesorar en la tierra más nos olvidamos y perdemos la oportunidad de preparar nuestro legado en el cielo. Jesús no dice y nos enseña que los pobres de este mundo serán ricos en los cielos. Nos enseña algo que tiene la fuerza de todo el universo, nos dice: “donde esté vuestro tesoro estará también vuestro corazón”. ¿Y dónde está nuestro corazón? porque no podemos pretender ser más ricos y compartir a la vez. Algunos dirán que esto es posible que si más tienes más puedes dar. Esta teoría, seductora a más no poder, conlleva su propia perfidia porque cuanto más tienes más quieres. La codicia no nace de un corazón bendecido, mas sí de un corazón perverso, alimentado por el deseo insaciable.

La Biblia nos enseña que las bendiciones suelen llegar a través de las pruebas y que aquellos que reciben gloria, dinero y poder en la tierra siempre acaban cayendo en el pecado.

La sencillez de corazón es un amparo ante nuestro afán de riquezas. No en vano Jesús nos invita constantemente a ella. La inocencia es una consecuencia de la humildad, mansedumbre y entrega a Jesús. El mundo lo ve como una tara, una debilidad y Jesús nos dice que es el tesoro más grande que le podemos ofrecer.

Las tentaciones no siempre vienen de fuera, también nacen de nuestra propia condición pecaminosa, de nuestros pensamientos. Si bien no podemos evitar tenerlos, sí tenemos la potestad de reprimirlos y encerrarlos en las mazmorras de nuestra mente. La diferencia entre el bien y el mal también está en cómo somos capaces de controlar y neutralizar nuestros propios impulsos. Y esto es una tarea constante para la que el Espíritu Santo que mora en nosotros, y las enseñanzas de la Palabra de Dios, son imprescindibles. Sin ellos seríamos carnaza de nuestros deseos. Por ello Jesús nos los regalo a su partida junto al Padre, para que fuéramos capaces resistir el envite del pecado.

Todos los tesoros de la tierra en la tierra se quedan. ¿Para qué acumularlos si no nos llevaremos con nosotros? Nos pasamos toda la vida obviando esta evidencia de lo humanos que somos.

La edad y la madurez bien vividas nos muestran la sabiduría de contentarse con menos para disfrutar más y no todo lo contrario.

La felicidad perfecta y constante no nos la da la riqueza que atesoramos en la tierra, sino la que en los cielos nos preparamos y esta, también, se gana en la tierra. Jesús nos espera.

19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mateo 6:19-21)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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