Si la ira de Dios te da miedo es porque no le conoces de lo contrario la temerías. (Anónimo).
La ira de Dios no pretende ser dolosa con sus hijos, mas sí que estos dejen de serlo.
Para el hombre la ira es una reacción violenta provocada por un gran enfado, para Dios es la respuesta firme a una desobediencia reiterada.
Allá donde la ira del hombre hiere, la de Dios restaura.
La ira divina es una moción de censura a su pueblo.
El que provoca ira a la de Dios se expone primero.
La ira de Dios está cargada de misericordia y compasión aplicadas en justicia redentora.
Dios derrama su ira para tocar los corazones, el hombre la clava en el corazón de sus oponentes para dañarlos.
La violencia de la ira humana está en sus malas intenciones, no en sus justificadas razones.
Cuando la ira nace de una herida se nutre de ella impidiendo que se cicatrice.
La ira tiene muchos dueños y pocos amos porque siempre acaba enseñoreándose de quien la propaga.
La ira es más fruto de juventud que de vejez porque la experiencia nos enseña a dosificar nuestras energías sabiamente, o así debería ser.
La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18)
¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción? (Romanos 9:22).
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