PREGUNTA Y RESPUESTA

Saber aceptar nuestra ignorancia nos hace humildes ante una verdad que no siempre está a nuestro alcance.

Contrariamente al dicho popular sí hay preguntas sin respuestas. Esta verdad sitúa al hombre en su justo lugar, vasija y no alfarero.

Hay quien dice que más vale una respuesta errónea que una pregunta sin respuesta. La verdad es que la ausencia de respuesta es una respuesta en sí, tanto como el silencio es parte de la melodía evitando que se transforme en cacofonía.

La pregunta es fruto de nuestra curiosidad, la respuesta de nuestro conocimiento, la una nutre la otra o la destruye.

Si bien toda respuesta contesta a una pregunta, no toda pregunta tiene siempre respuesta.

Ha hecho más daño el hombre queriendo dar respuestas a lo imposible que haciéndose preguntas sobre lo posible.

El que tiene respuesta a todo es porque nadie le ha sabido preguntar.

La respuesta sabia es aquella que dentro de sus opciones incluye el silencio.

En diplomacia la mejor respuesta a una pregunta embarazosa es otra pregunta, tratando de esa manera evitar que el círculo se cierre sobre nuestra propia debilidad.

El que todo se pregunta es porque de sus respuestas no se fía.

El afán del hombre en querer dar respuesta a todo lo lleva a hacerse preguntas necias.

A la pregunta: “¿Por qué hizo Dios al hombre?” le atribuyen una multitud de respuestas, científicas, esotéricas, espirituales, mundanas, ateas, etc… pero, para mí, la respuesta es muy sencilla e inapelable: “la respuesta es de mi Padre, solo a él le pertenece darla a conocer”. ¿Y la tuya?

23 Cuando llegó al Templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le preguntaron:

—¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?

24 Respondiendo Jesús, les dijo:

—Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?

Ellos entonces discutían entre sí, diciendo:

—Si decimos, “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué, pues, no le creísteis?” 26 Y si decimos, “de los hombres”, tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta.

27 Respondiendo a Jesús, dijeron:

—No lo sabemos.

Entonces él les dijo:

—Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. (Mateo 21:23-27)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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