La sencillez de pensamiento evita la perversidad de comportamiento, solo de
mentes pérfidas se nutre el engaño.
El peor de los engaños es el que nos hacemos a nosotros mismos. Curioso
porque parece el más evidente pero es el más traidor.
Las medias verdades son engaños de pleno, o peor, son mentiras con crédito.
¿Si fuéramos conscientes de que Dios todo lo ve, todo lo sabe, de qué nos
serviría el engaño? El hecho es que Dios es omnisciente y el hombre necio de
obviar tal evidencia.
Un engaño perfecto no tiene testigo, mas Dios siempre presencia nuestras
mentiras.
La humildad es un buen atuendo para repeler el engaño, nos hace conscientes
de nuestros límites y de nuestra condición.
La tentación es alimento de engaño, adormece la mente para que la carne
domine el espíritu.
Ningún engaño tiene disculpa ni justificación. Solo el profundo
arrepentimiento y su confesión pueden abogar para su perdón.
Piensa siempre que la verdad no permite una mentira piadosa, porque no las
hay. No justifiquemos lo imposible, hagamos lo correcto posible.
A veces hay que saber dar un paso atrás porque no todo verdad es bueno
decir, mas a engaño no puede llevar.
El que vive en el engaño, muere apartado del rebaño.
"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará." Gálatas 6:7
"Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este
siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio." 1 Corintios 3:18
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