Todos tenemos mucho que dar pero pocos nos entregamos, será porque somos parcos de sentimientos y prolijos de intenciones o ¿será porque nuestro corazón obedece a nuestra mente y no lo contrario?
La entrega condicionada es un préstamo, no un pago en firme. El problema es que no somos buenos fiadores.
Hay del hombre vacio de corazón, su entrega será vana.
Entregarse es dar lo más valioso de sí mismo, es decir, sí mismo. ¿A cambio
de qué? A cambio de nada porque las buenas obras no se cobran.
El matrimonio es símbolo puro de una entrega reciproca, lamentablemente
muchos lo consideran como una declaración de intenciones sin fundamento.
El que entrega su vida a Dios da sentido a su vida, el que entrega su vida a
la carne la hace sórdida.
Entregarse es un acto de compromiso, no puedes fallar en el empeño si no
quieres que tu vida pierda toda razón de ser.
Hay que saber escoger a quién y a qué te entregas pues solo tienes una vida
y pocas oportunidades para acertar. Por suerte elegir es más fácil de lo que
parece, si sigues la senda del Señor.
Pero ¿Quién de verdad quiere seguirla? nuestro orgullo, nuestra vanidad,
nuestro pecado son filtros que enmascaran la realidad de Dios, hay que
despojarse de ellos para ver su camino y entregarse a Él.
La entrega sin amor es como un cielo sin estrellas, vacío sin promesas.
"Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si
entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve." 1 Corintios 13:3
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