Al hombre le gusta mandar, mas poco obedecer, le gustan sus derechos, mas poco sus deberes, le gusta recibir mas poco dar. Al hombre le gusta todo lo que es fruto del esfuerzo ajeno, molesto en afanarse por los demás.
Un mandamiento es una orden para un soldado y un deber para un cristiano. El soldado actúa sin necesidad de entendimiento siguiendo órdenes mientras el cristiano entiende como debe obrar guiado por la fe y la palabra.
Los mandamientos obligan al incrédulo y guían al creyente, son la luz que
ilumina nuestras limitaciones como el sol desvela la maleza que rodea los
bosques.
El hombre santo y recto no necesita mandamientos por eso son imprescindibles porque ya no existe tal hombre en este mundo, vino para salvarnos y murió por nosotros en la cruz.
Los mandamientos son un legado para la salvación de los justos y una
advertencia para todo aquel que pretende ignorar a su creador.
Solo el que sabe que no sabe y quiere entender aquello que no entiende puede seguir los mandamientos de Dios porque son fuente de vida eterna y luz en las tinieblas de este mundo.
El que se cree exento de cumplir los mandamientos de Dios hace de la
ignorancia su dogma de fe, orgullo y vanidad son sus principales atuendos.
"4 Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. 5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. 6 Y este es amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en él, como vosotros habéis oído desde el principio." 2 Juan 1:4-6
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